Hay, dicen, un momento para todo, un momento para reír, un momento para llorar. Y en los tropiezos hay momentos para reflexionar. Pq hay verdades que posponemos, discursos que se trazan a lo largo de los años pero que nunca acabamos. A sido en estos días que he estado pensando en todas esas palabras que quiero decir, que quiero ordenar para ti. Se que se resumen en un simple "te quiero", pero no se me da bien eso de resumir.
Hoy tengo un momento para ti.
Después de días enteros sin descanso hoy por fin llega la paz. En el silencio es donde encuentro tu recuerdo y empieza a doler esa ausencia que insiste en llamar. Meditando sobre mi vida sin ti, sobre mi vida contigo, me sorprendí el otro día adorando tu voz. Te cogí la mano, acaricie tu rostro envejecido por los años. Bese tus mejillas como tantas otras veces, tu, lo hiciste antes conmigo. Te acaricio los brazos que reposan sobre sabanas blancas. Hablamos de banalidades y me repites que tienes una fotografía en la cristalera del comedor, donde aparecen dos niñas pequeñas. Una fotografía que me confiesas mirar a menudo, y creo entender que tu también echas de menos aquellos años. Habrá gente que no te perdone tus errores, habrá gente que hasta te guarde rencor por ellos. Pero esos errores te llevaron a ser la persona que conocí, la persona que me amo por encima de muchas otras cosas y que amaré hasta el fin de mis días, cuando nos volvamos a ver de nuevo después de que te hayas ido. Siempre has sido para mi la lluvia en mi jardín, el lugar más secreto, mi refugio del mundo. Te pedí una vez que no me faltarás nunca y no quisiste prometérmelo, me contaste que todo el mundo tiene su momento y que hay un momento para todo. Un momento para reír, un momento para llorar y ha llegado mi momento de aprender a dejarte marchar.
Después de días enteros sin descanso hoy por fin llega la paz. En el silencio es donde encuentro tu recuerdo y empieza a doler esa ausencia que insiste en llamar. Meditando sobre mi vida sin ti, sobre mi vida contigo, me sorprendí el otro día adorando tu voz. Te cogí la mano, acaricie tu rostro envejecido por los años. Bese tus mejillas como tantas otras veces, tu, lo hiciste antes conmigo. Te acaricio los brazos que reposan sobre sabanas blancas. Hablamos de banalidades y me repites que tienes una fotografía en la cristalera del comedor, donde aparecen dos niñas pequeñas. Una fotografía que me confiesas mirar a menudo, y creo entender que tu también echas de menos aquellos años. Habrá gente que no te perdone tus errores, habrá gente que hasta te guarde rencor por ellos. Pero esos errores te llevaron a ser la persona que conocí, la persona que me amo por encima de muchas otras cosas y que amaré hasta el fin de mis días, cuando nos volvamos a ver de nuevo después de que te hayas ido. Siempre has sido para mi la lluvia en mi jardín, el lugar más secreto, mi refugio del mundo. Te pedí una vez que no me faltarás nunca y no quisiste prometérmelo, me contaste que todo el mundo tiene su momento y que hay un momento para todo. Un momento para reír, un momento para llorar y ha llegado mi momento de aprender a dejarte marchar.
1 comentario:
me emociono tu escrito =) un gran saludo!
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