La aparición de un cristal en mi boca pierde fuerza a medida que pasa el tiempo, a medida que la lluvia cae intermitente sobre el asfalto. Quizás no sepa nunca como llegó hasta allí. El hecho es que no pasó y todo quedó en una insulsa anécdota que jamás contaré a mis nietos. Mis sueños de faquir no tuvieron ni siquiera un lugar en la memoria. De momento las secuelas perviven, hasta que un día al despertar, ni si quiera me preocupe de ponerme las zapatillas para ir al baño... Este mes de lluvia coincide con un mes de cristales rotos y de vasos sedientos de sangre. Tened cuidado con los descuidos y sobretodo con los vasos ajenos.
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